Cómo envejece nuestro sistema de reciclaje proteico: el rol del proteasoma y la autofagia
Uno de los mayores desafíos del envejecimiento celular es la acumulación progresiva de proteínas dañadas o mal plegadas. Bajo condiciones normales, las células disponen de mecanismos sofisticados para detectar, descomponer y reciclar estas proteínas defectuosas, evitando su acumulación tóxica. Este sistema de limpieza celular está principalmente compuesto por dos vías fundamentales: el proteasoma y la autofagia.
Con el paso de los años, ambas rutas sufren deterioro funcional. Esta disminución en la capacidad de eliminación proteica se traduce en una mayor carga de proteínas anómalas dentro de la célula, lo cual compromete su viabilidad, desencadena inflamación y acelera el envejecimiento sistémico.
El proteasoma: la trituradora celular de proteínas defectuosas
El proteasoma es un complejo multiproteico encargado de degradar proteínas marcadas por ubiquitina, un sistema de etiquetado intracelular que identifica proteínas envejecidas, mal plegadas o dañadas por estrés. Esta degradación es altamente específica y controlada, permitiendo a la célula eliminar residuos sin afectar proteínas funcionales.
Con la edad, la eficiencia del proteasoma disminuye. Varios estudios han mostrado que la actividad de las enzimas proteolíticas decae, mientras que la acumulación de proteínas oxidadas aumenta. Este fenómeno está estrechamente relacionado con enfermedades como el Alzheimer, donde se observan agregados de proteínas como beta-amiloide y tau que el proteasoma ya no puede eliminar con eficacia.
La autofagia: reciclaje y renovación celular
La autofagia (literalmente “auto-devorarse”) es otro sistema esencial para el mantenimiento de la homeostasis celular. A diferencia del proteasoma, que actúa sobre proteínas individuales, la autofagia puede degradar estructuras completas como orgánulos defectuosos o grandes agregados proteicos. Durante este proceso, la célula encapsula el material a eliminar en vesículas (autofagosomas), que luego se fusionan con los lisosomas para su digestión.
Numerosas investigaciones han demostrado que la autofagia disminuye con el envejecimiento. Este declive impide a la célula adaptarse al estrés, provoca acumulación de desechos intracelulares y contribuye al deterioro funcional de tejidos clave como el cerebro, el hígado y el músculo.
Factores que aceleran el deterioro de estos sistemas
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Estrés oxidativo: daña tanto proteínas como los propios sistemas de reciclaje.
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Inflamación crónica: altera la regulación de la autofagia y del proteasoma.
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Deficiencia de nutrientes clave: como el zinc o el magnesio, necesarios para enzimas proteolíticas.
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Estilo de vida sedentario y dieta proinflamatoria: inhiben las señales celulares que activan la autofagia, como la AMPK o la SIRT1.
Intervenciones nutricionales y suplementación para apoyar estos procesos
La literatura científica sugiere que ciertos nutrientes y compuestos bioactivos pueden ayudar a mantener la eficiencia del proteasoma y estimular la autofagia:
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Polifenoles como los de la cúrcuma (curcumina), presentes en Cúrcuma BIO Sevens, se han relacionado con la activación de rutas autofágicas a través de la modulación de mTOR y AMPK.
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Omega-3 de origen vegetal, como los incluidos en Omega 3 Algas Sevens, favorecen un entorno antiinflamatorio que mejora la respuesta autofágica.
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Magnesio, disponible en Magnesio Sevens, actúa como cofactor esencial para muchas reacciones enzimáticas que regulan la autofagia y la degradación proteica.
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Vitaminas del grupo B y zinc, presentes en Multivitaminas Sevens, contribuyen al mantenimiento del metabolismo energético y al correcto funcionamiento de las enzimas celulares, incluidas las relacionadas con estos sistemas.
Conclusión
El proteasoma y la autofagia son guardianes del entorno proteico celular. Su correcto funcionamiento es indispensable para prevenir la acumulación de desechos tóxicos y preservar la funcionalidad celular con el paso de los años. A medida que envejecemos, su deterioro se convierte en uno de los motores silenciosos del declive funcional. Sin embargo, a través de estrategias nutricionales, suplementación basada en evidencia y estilo de vida activo, es posible apoyar estos mecanismos y promover un envejecimiento más resiliente y saludable.